lunes, 19 de noviembre de 2007

El Viejo Guardian

Bienvenidos!
Para comenzar este blog quiero compartir algunos "relatos que nacieron en el alma de los pueblos" tomados de un folleto titulado así (sin información del recopilador ni edición), y que hemos aprovechado mucho con otros estudiantes. Este en especial me ha gustado mucho.

EL VIEJO GUARDIAN

Qué gusto daba mirar desde lo alto los barcos que resbalaban sobre el mar como en un espejo! El pequeño Yon se sentía feliz en la cima de aquel monte. Sin padre, había ido a vivir con su abuelo en aquella casita de la montaña, en medio de los campos de arroz, dorados como el oro. Gozaba allí de aire puro y sol y libertad como los pájaros. Podía correr y jugar alegremente. ¡Qué bien se vivía en aquella paz campesina!

El pueblecito estaba allá abajo, a lo largo de la costa, frente al mar incendiado de sol. Yon veía las casas, pequeñitas, blancas, limpias; todo el pueblo como un lindo juguete. Y a los hombres y a los niños los veía como hormigas grandes y hormigas pequeñas. Entre el monte y el mar solo había una estrecha faja de tierra, donde los hombres construyeron sus casas.

Los campos cultivados estaban en aquella planicie de la montaña, húmeda y fértil, donde vivía Yon. El abuelo era el guardián de los extensos arrozales del pueblo. El niño amaba los grandes campos de arroz. Siempre estaba dispuesto a ayudar en el trabajo de abrir las acequias de riego, y nadie como él ahuyentaba los pájaros en la época de la siega.

Yon se sentía feliz. Su abuelo lo quería mucho. Vivían los dos en la casita menuda y limpia, y estaba seguro de que los otros niños le tendrían envidia. Aquel viejo fuerte y serio era el mejor de todos los hombres.

Un día en que las espigas amarillas brillaban al sol, el viejo guardián miraba a lo lejos, al horizonte del mar. Su mirada era fija y llena de sorpresa. Una especie de nube grande se elevaba en el confín como si el agua se revolviera contra el cielo. El viejo seguía mirando fijamente. De pronto, se volvió hacia la casa y gritó:

-¡Yon!, ¡Yon!, trae del fuego una rama encendida.

El pequeño Yon no comprendía el deseo de su abuelo, pero obedeció al momento y salió corriendo con una tea en la mano. El viejo había cogido otra y corría hacia el arrozal más próximo. Yon lo seguía sorprendido. ¿Sería posible? Y al ver horrorizado que tiraba la tea hecha llamas en el campo de arroz, gritó:

-¡Qué haces, abuelo! ¡Qué quieres hacer!

-¡De prisa, de prisa, Yon, prende fuego a los campos! Yon quedó inmóvil. Pensó que su abuelo había perdido la razón, y todo su cuerpo se llenó de espanto. Pero un niño japonés obedece siempre, y Yon tiró la antorcha entre las espigas.
Primero fue una lumbre débil donde se retorcían los tallos resecados; después se extendió el fuego en llamaradas rojas, y bien pronto fueron los arrozales una inmensa hoguera. La montaña se elevaba hasta el cielo en una columna de humo.



Desde allá abajo, los habitantes del pueblecito vieron sus campos incendiados y, dando gritos de rabia, corrieron desesperados, trepando por los senderos tortuosos del monte; subiendo, subiendo hasta agotar las fuerzas. Nadie quedaba atrás. También las mujeres subían con los niños a la espalda.



Al llegar al llano y ver los extensos arrozales desvastados, la indignación se oyó en un grito de furia: -¿Quién ha sido? ¿Quién es el incendiario?

El viejo guardián se adelantó a los hombres y dijo con serenidad:
-¡Yo he sido!

Yon sollozaba. Un grupo los rodeó en actitud amenazadora, gritando:
-¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué?

El viejo se volvió severo y extendió la mano señalando al horizonte.
-Mirad allá –dijo.

Al fondo, donde unas horas antes la gran superficie del mar era plana como un espejo, se levantaba ahora hasta el cielo una espantosa muralla de agua. Una ola oscura y gigantesca avanzaba desde el confín. Hubo un momento de horror.

Ni un grito… Los corazones latían con fuerza. La muralla de agua avanzó hasta la tierra con un ronco bramido, se volcó y fue a romperse, en un trueno, invadiéndolo todo, y fue a romperse en un trueno desgarrado y furioso, contra la montaña… Una ola más. Después otra más débil… Luego, el mar se fue retirando con un rugido sordo.

La tierra apareció revuelta y socavada. El pueblecito había desaparecido, desecho y arrastrado por aquella ola inmensa.

El viejo guardián miró satisfecho a todos los habitantes bien seguros en la cima del monte. Su presencia de ánimo los había salvado de la invasión del mar.
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Además de sus opiniones sobre esta historia, espero que se animen a escribir una historia donde tomar una decisión sea de vida o muerte...

12 comentarios:

  1. Me pareció muy bonito el cuento porque al guardián no le importó que dijeran los del pueblo por haber quemado el cultivo de arroz dorado, si no que lo único que le importaba era salvar al pueblo de una ola gigante.
    Yo Diana Murillo

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  2. El cuento me pareció super porque la forma que el guardián Salva a las personas me pareció muy valiente de él, si él no hubiera incendiado el arroz esas personas hubieran muerto en la ola gigante.
    Paula

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  3. No le importó quemar los cultivos pues tenía razones. Me pareció muy gentil de su parte y salvó a las personas de su pueblo.
    Wendy

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  4. A mi me gustó mucho porque el buen hombre quiso salvar a las personas de una gigantesca ola y logro salvar la vida de los demás.
    Nicolás Rodríguez

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  5. A mi me gustó mucho por que era sobre el antiguo pueblo de Japón y también por que hablaba de la comunicación antigua y también imaginé el paisaje completo, era bello, también imaginé como actuaba la gente.
    Nicolás Rodríguez

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  6. Me gustó mucho la historia, la acabamos de leer en cuarto de primaria, mis alumnos estuvieron muy atentos y participativos. Hicimos hipótesis sobre lo que iba a suceder.
    ¡Bonita historia! :):

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  7. Respuestas
    1. Hola. Es un texto narrativo. Una historia de tradición oral

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  8. Narrativo. Exoisitivo o instructivo

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